Primeras impresiones…

Arrancamos con la primera sesión de películas seleccionadas de esta edición. Con la sala completamente llena, las proyecciones no dejaron indiferente a nadie, «son tan diferentes las unas de las otras que resulta complicado compararlas y votar» afirmó una de las espectadoras. Y así fue, desde la cortante e impactante «Rompente» hasta la dinámica «Ficciones», cada uno a su manera, los filmes transportaron al público a su terreno de juego, despertando todo tipo de reflexiones y sensaciones. Una de estas reflexiones, es la que nos traslada a continuación Raúl Lorite, jurado del festival, sobre Shiro, obra de Arnau Rubio.

Shiro, el discípulo de un maestro samurai, comete la traición de liberar a la hija de un espíritu del bosque en el contexto de una guerra. Esto desencadenará la búsqueda de la joven a través de la vereda de un río. Arnau Rubio entiende, a mi parecer, que lo importante en el cine de Kurosawa siempre fue la tensión de los personajes con su entorno y no la astracanada técnica. Que el tormento interior, casi siempre soledad e incomprensión, tiene su reflejo en la forma en que se mueven los personajes por el encuadre. “El bosque juega con nosotros” dice uno de los maestros, sentado de espaldas a cámara, desorientado frente a la arboleda.

También, esta vez de Mizoguchi, que el fantástico atraviesa la vida de los protagonistas para darles la vuelta, para comprender una verdad oculta a una mirada superficial. “En este bosque acontecerá una guerra”, presagia la voz de un espíritu. Rubio tiene el aplomo de dotar de protagonismo a la naturaleza en esta atípica historia de unos samuráis que no desenvainan la espada ni una sola vez, donde todo lo trágico ocurre en el fuera de campo y la belleza está en los reflejos titilantes de los rayos del sol sobre el agua.